El Farense, que llegaba al encuentro tras dos derrotas consecutivas, se enfrentaba al Farmalicao, un equipo situado en la parte alta de la tabla, que había conseguido a través de una sólida defensa, ser uno de los equipos menos goleados del campeonato.
El partido se complicó pronto para los locales. En el minuto 30, Elisor adelantó al conjunto visitante y todo parecía apuntar a que el Farense iba a consumar prácticamente su descenso, incapaz de soportar la presión.
Sin embargo, la respuesta del equipo local no tardó en llegar. En el tiempo añadido del primer tiempo, Filipe Soares marcó el gol del empate. Fue un gol cargado de esperanza, justo cuando más lo necesitaban, tras haber encajado un duro golpe.
A partir de ahí, el Farense empezó a tomar las riendas del encuentro, monopolizando la posesión y generando ocasiones para poder seguir manteniendo el sueño de la permanencia. La tensión empezaba a crecer a medida que pasaban los minutos. Para los locales era la última oportunidad de seguir luchando por mantener la categoría.
Se estaba acabando el tiempo y las esperanzas del Farense se iban apagando, cuando el entrenador, Tozé Marreco, decidió dar entrada al terreno de juego al sanvicentero, Darío Poveda. Desde el momento de su entrada, Darío se convirtió en el referente de ataque para el equipo local.
Y cuando todo el mundo firmaba el empate, llegó el milagro, en el minuto 91 el balón cayó en los pies de Darío que, desde fuera del área, conectó un disparo imparable a la escuadra derecha de la portería rival. El balón besó la red y la afición estalló de alegría. Un golazo, que devolvía la ilusión a toda una ciudad.
El gol de Darío, por su importancia, nos recordó al que consiguió anotar en su debut en Primera División ante Osasuna, el 19 de diciembre de 2021, que sirvió para sacar al Getafe de los puestos de descenso.
El gol de Darío no sólo significó un triunfo deportivo en un momento límite, sino también una demostración de carácter y orgullo. Fue la prueba de que la pasión, el coraje y la determinación pueden derribar cualquier adversidad.
Darío Poveda no solo anotó el gol de la victoria, sino que se ganó para siempre el corazón de una ciudad, conquistando a la afición con su fútbol vertical y su espíritu indomable.