El fútbol es tradición, es pasión, es un sentimiento colectivo. Desde siempre, el fútbol ha sido más que un deporte. Los estadios se han convertido en templos de última generación donde millones de personas descargan sus emociones cada partido. En demasiadas ocasiones, esa pasión desenfrenada se ha transformado en violencia, odio y amenazas, protagonizada por grupos de personas, que, bajo el pretexto de animar a sus equipos, han impuesto sus propias reglas: los ultras.
En España, estos grupos organizados surgieron en los años 80 siguiendo los pasos de los tifosi italianos y los hooligans británicos, durante años se convirtieron en un verdadero dolor de cabeza para muchos clubes españoles.
La excusa de amar a tu club por encima de todo, ha servido durante años para justificar todo tipo de actos violentos tanto dentro como fuera de los estadios, donde se han producido los momentos más oscuros de este deporte. Muchos de estos casos se han relacionado con ideologías extremistas.
Uno de los casos más conocidos en nuestro país es el de los Boixos Nois, el grupo ultra que durante años ocupó la grada de animación del Camp Nou. Se trata de un grupo con lazos con la violencia y con algunos sectores de la extrema derecha. Todo cambia en 2003, con la llegada de Joan Laporta a la presidencia del Fútbol Club Barcelona, cuando aplicó una de las medidas más complicadas y valientes de toda su candidatura, echar a los ultras del Camp Nou: “El Barça es más que un club, pero, sobre todo, debe representar valores”, dijo Laporta. Desde ese mismo momento, los Boixos fueron excluidos del estadio, aunque siguen estando en las afueras del estadio y acompañando al equipo en los viajes fuera de casa, creando en ocasiones, situaciones de conflicto. El presidente del Barcelona soportó una gran presión, que llegó a tener consecuencias en su vida personal.
Otro caso muy conocido es el vivido en el Real Madrid con los Ultra Sur, este grupo radical que durante años campó a sus anchas por las gradas del Santiago Bernabéu, pero su historial de incidentes violentos acabó pasando factura. En el año 2013, el presidente del Real Madrid decidió actuar: “No podemos permitir que unos pocos manchen la imagen del Real Madrid y condicionen la seguridad de nuestra afición”. Tras una serie de amenazas a directivos del conjunto merengue, el club optó por retirarles los abonos y prohibirles la entrada.
Sin embargo, el grupo ultra que más caos ha generado en España, es el Frente Atlético, grupo ultra del Atlético de Madrid. En el año 1998, Aitor Zabaleta aficionado de la Real Sociedad, fue apuñalado por un ultra del Atlético, en las inmediaciones del estadio, conmocionando al fútbol español.
Por desgracia, no es un caso aislado, en el año 2014 el futbol español vivió uno de los momentos más impactantes de nuestro fútbol, cuando tras una pelea planeada entre el Frente Atlético y los Riazor Blues (ultras del Deportivo de la Coruña), acababa siendo asesinado Francisco Javier Romero Taboada, conocido como Jimmy, tras ser golpeado y arrojado al río Manzanares.
Otro caso que también nos dejó una víctima, fue el caso de Mónica López en 1992, cuando una niña de 13 años, que acudía con su familia a ver el Espanyol-Cádiz en el Estadio de Sarrià, acababa perdiendo la vida tras el lanzamiento de una bengala desde la grada visitante. Desde su muerte, se intensificó la seguridad en los estadios, prohibiendo la entrada de bengalas a las gradas, aunque por desgracia, son muchos los estadios en los que siguen apareciendo bengalas.
El caso más actual es el sufrido por los jugadores del Sevilla FC, que han tenido que enfrentarse contra su grupo ultra, los Biris Norte. Tras una serie de malos resultados del conjunto hispalense, que dejaron al equipo cerca de los puestos de descenso, un conjunto de personas se congregó alrededor de la ciudad deportiva José Ramón Cisneros, para enfrentarse a sus propios jugadores. Muchos de ellos se encargaron de insultar a los jugadores en el autobús, además de lanzarles objetos, el momento más tenso se produjo cuando empezaron a golpear la valla para intentar tumbarla y entrar en las instalaciones, la policía tuvo que intervenir para evitar males mayores entre aficionados y jugadores. Estos actos se suman a una situación muy tensa, donde los directivos del Sevilla, han llegado a recibir amenazas a sus números de teléfonos, incluso en sus propios domicilios. Lo último, ha sido un muñeco colgado con una bufanda del Sevilla, en un puente de Sevilla, con una pancarta: “Junior, este es tu final”.
Y esta columna no busca demonizar a todos los grupos de animación, por suerte, muchos aportan ambiente, color y felicidad en las gradas. Pero cuando esa pasión se convierte en violencia, la línea se ha cruzado. El fútbol es una fiesta, donde ningún niño, familia o aficionado debería sentir miedo por ir a apoyar a su club.
Los primeros encargados en acabar con estos problemas deben ser los clubes y las autoridades, buscando la protección del deporte y de sus aficionados. Las decisiones de Laporta y Florentino, son el ejemplo de valentía para conseguir aficiones en las que la violencia, la extorsión, el radicalismo, la falta de valores, la falta de empatía y el desprecio a los demás, no tengan cabida de ninguna de las formas. Como dijo Laporta “hay que tener el coraje de gobernar un club pensando en todos, no sólo en los que gritan más fuerte”.
La pasión por unos colores puede servir para disfrutar, compartir experiencias, y ser una fuente de alegría. Pero cuidado, la pasión puede volverse una gran amenaza destructiva cuando se descontrola.
El mundo del fútbol se debe mirar en el espejo de otros deportes, en los que las aficiones pueden disfrutar conjuntamente de los partidos de sus equipos. Debe aprender de los valores que están presentes en otros deportes; balonmano, baloncesto o el rugby, donde cada aficionado puede ir orgulloso al estadio, con la camiseta de su equipo, sin ser increpado por nadie. Donde la fiesta se encuentre en las gradas, porque seamos rivales o no, todos somos amantes del deporte y debemos erradicar la violencia de los estadios y expulsar a quienes usen la violencia en nombre del deporte.
El fútbol es pasión, sí, pero también debe ser respeto, convivencia y cultura. Porque detrás de cada camiseta, de cada escudo y de cada grada hay personas que simplemente quieren disfrutar de su deporte. Erradicar la violencia de los estadios es un deber colectivo, y desterrar a quienes la promueven es un acto de justicia deportiva y social.